7 de Julio de 1917. Cresta de Messines
"Mantente a salvo"
La ultima oración y orden que recibió de su madre resonaba en su cabeza. Eran esos minutos de silencio, tensos momentos sin actividad en la trinchera, cuando pensaba. El turno de guardia te obligaba a pensar en medio de toda la quietud, sin poder hacer otra cosa que inundarte en los recuerdos.
Escupió la pasta de tabaco de su boca, tratando de despejar su cabeza. No deseaba recordar los últimos momentos de su familia, no en aquel agujero infernal, no cuando cargaba pecados que nadie debería tener. Aquellas placidas memorias deberían pertenecer a otra persona, no el, no alguien con un alma tan manchada de negro.
- Esta maldita pierna me esta matando - se quejó su compañero de turno - ¿Donde esta el condenado médico?
El no respondió a sus quejas. Callado, lo observó de reojo, perdiendo el interes al instante, no servía de nada hacer amigos en el frente, tras perder a casi toda su compañia y camaradas en la batalla sabía bien que no valia la pena. La retirada a París lo salvó de morir con ellos, aunque nunca se sintió agradecido por ello.
"- ¡Ayuda!
- ¡Nick!
- ¡Dejalo! ¡Tenemos que irnos! - Los bombardeos se volieron más seguidos, cayendo uno cerca a los tres hombres, haciendolos caer en una nube de polvo.
-¡Vamos!
La última vista detras suyo fue la de su amigo, con un trozo de metralla clavada en la frente. "
- ¡Creía que no ibas a llegar nunca! - los recuerdos fueron interrumpidos por el ruido de su compañero.
El médico no dijo nada, se aproximo a ellos agachandose levemente con el casco puesto. Se veia desgastado y sucio como todos los soldados encerrados en aquella trinchera. Rebuscando en su bolsa, extrajo una jeringa con la morfina ya puesta en ella.
- No te contengas amigo - estiro el brazo - En verdad necesito esto.
La ligera desesperación en su tono no sorprendió al médico, muchos heridos tratados con morfina se volvían esclavos de ella al poco tiempo. Sin querer mirar el probable rostro euforico del soldado, el médico se deslizó al siguiente puesto de vigilancia, sin sentirse en verdad un médico, solo un distribuidor de drogas.
" - ¡Es una trampa! ¡Retiraos!
- ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Vamos! - indicaba Jhonny - ¡Tu tambien! ¡Te cubriré, así que largate de aquí! - empezó a disparar a la guarnición enemiga - ¡Rapido!
Con el trote cansado y el pitido de sus oidos empeorando, corrió con lo que pudo hacia Jhonny. Casi llegando a el, un sonido atravesó toda el caos de la pelea, el disparo de un francotirador se mantuvo en el aire un segundo, solo un segundo, cuando vió la caida de Jhonny hacia atras, con la espalda al suelo y los brazos inertes. "
" - No te dejaré aquí Miky - dijo mientras soportaba el peso de su amigo en la espalda - Estamos muy cerca de los demás. Solo un poco más joder.
- Hey Scotty...¿sabes...ese par..de ases? - soltó una risa seca - la verdad...es que hice..trampas..
-Entonces no te mueras antes de pagarme - contesto con una media sonrisa - Me debes 50 maldito tramposo, espera a que Buck se entere de esto - se calló al oir pisadas. Bajó a Miky, escondiendolo en una esquina junto a el.
La patrulla de dos enemigos se alejo lentamente de ellos.
- Ok Miky, voy a tener que ir un poco más rapido - se aseguró que no hubierán más patrullas cerca - tendrás que apretar tu herida hasta.... - al ver su rostro carente de vida calló. Con un suspiro le cerró los ojos "
- Hey - el toque en su hombro lo sobresaltó, llevando su mano automaticamente a su arma - tranquilo hombre, solo te iba a ofrecer un trago - señaló la botella de su mano.
- No - respondió secamente, ignorandolo para volver a observar la trinchera enemiga, situada a unos pocos metros.
El sonido de un motor a la distancia fue el primer aviso, suficientemente familiar para que su cuerpo se tirase al suelo, buscando un resguardo rapidamente. No esperando ninguna orden, simplemente actuando por experiencia.
-¡Al suelo! - se oyó justo antes de que el primer ataque se iniciara.
Todo duraría un minuto, tal vez dos. La tierra levantada y los gritos de algún herido se escucharon a lo lejos desde su posición. Surgiendo de la barricada bajo tierra, donde se había podido refugiar, intentó volver a su puesto anterior, el polvo no le dejaba ver, así que dirigió la mirada al suelo. Avanzó tres pasos, aún agachado, en dirección recta, hasta poder tocar la pared de tierra y los sacos de arena.
Su pie chocó contra algo metalico a su costado, era el rifle de su compañero actual.
- Oye - llamó sin respuesta - Maldita sea - se arrastró hasta donde suponía que estaba, descubriendolo inconsciente. Llevo dos dedos a su cuello intentado buscarle el pulso, sin poder hallarlo.
El muerto poco a poco se volvió más claro a sus ojos, el polvo levantandose le permitió una mejor mirada de sus facciones, las cuales estaban destruidas por multiples heridas. Tal vez esta fuera la primera vez que lo veía durante más de tres segundos, no siendo una mirada rapida como siempre había hecho.
Viendo al muerto, no pudo evitar pensar.
¿Cuando seré yo?
Sin sentir reparos, empezó a rebuscar en sus bolsillos con la esperanza de encontrar munición y tal vez algún trozo extra de comida. Una hoja doblada sobresalío de su solapa, arrugada y amarillenta, llamando su atención.
- ¿Algún herido? - dijo el médico con otros dos soldados al lado, se acercó a su compañero y tras realizar las mismas comprobaciones que el había hecho, llegó a la misma conclusión - Esta muerto. Carguenlo muchachos.
Una vez se fueron, verificó lo que había podido conseguir. Un paquete de munición, el rifle, una barra de chocolate y...el sobre. Jugueteó con el papel en sus manos, dudoso de leer su contenido. Decididó, lo desdobló, forzando sus ojos a entender la letra gastada de la carta. Pues era una carta, enviada desde Belgica, fechada hacía unos años.
" Vuelve con nosotros "
Volvió a oir las palabras de su familia, esta vez de su padre, en su cabeza. Las palabras de sus recuerdos y de la carta se mezclaban entre sí, teniendo los mismo deseos, las mismas esperanzas, el mismo anhelo del ser querido. El mismo significado, uno al que el le había dado la espalda pero que el muerto había mantenido en su pecho.
Una madre, un padre, y ahora, una hermana. Todos separados por tan solo unos metros de tierra, unos metros que representaban la guerra en si.
-¡Es hora de contratacar muchachos! ¡Las minas estan listas! enseñemosles como se pelea - un coro de gritos respondió con jubilo.
El soldado siguió observando la carta.
7 de julio de 1919.
La sangre se le acumuló en la boca, el sabor metalico llenó sus sentidos al igual que hace unos años. Su vista, algo borrosa, escaneó al enorme enemigo delante suyo. Sin dejar de mirarlo escupió el coagulo de sangre, levantandose con los brazos listos para pelear.
- Unos puños tan lentos como los tuyos apenas me hacen algo - sonrió de lado - ¿Vas atacar o no cerdo?
Esperando el gancho de izquierda, se agachó y golpeó con fuerza su grueso esternón, justo en medio de su pecho. El gigante boqueó tras el golpe, no pudiendo moverse por el dolor momentaneo en su respiración, el derechazo que dió el ingles a su mandibula lo tiró al suelo.
La lluvia de golpes en el rostro del gigante fue constante, hasta que el desmayo en su enemigo fuera claro el hombre no pararía de golpear. Una ventaja nunca se había de desperdiciar. Cansado, se levantó de su enemigo, acercandose al organizador de la pelea.
- Mi dinero - reclamó, serio.
- Aqui tienes Scotty - el contento anciano retiró el cigarro de su boca, dandole un grueso sobre -¿Te veré el martes? Un rico de ciudad ha estado alardeando de su nuevo luchador.
- No cuentes con ello - el dinero ganado le duraría por lo menos una semana.
Sin importarle las miradas curiosas, salió del anillo de pelea tranquilamente a paso normal. Como si no tuviera las costillas rotas y el rostro amoratado. El pequeño pueblo frances apenas conocía al extraño ingles que había decidido instalarse con ellos, apareciendo solo en las peleas y en la licoreria del viejo Philipe, apenas salía de la destartalada caravana que le había comprado a la viuda Mary.
Como un fantasma, se había convertido en la comidilla del pueblo, volviendose el unico tema interesante del que hablar. Un terrorista, un ladrón, un profugo, cada semana la gente lo volvía un personaje diferente. A el no le importaba.
De lejos pudo distinguir la caravana, su nuevo agujero. Situado fuera del pueblo, evitaba perfectamente las miradas indiscretas y curiosas. Solo el y su divertida consciencia, junto con una gran variedad de botellas para callarla de vez en cuando.
-Que sitio más asqueroso - escucho a lo lejos la voz de su madre - ¡Tu casa con ruedas es más pequeña que el granero! Oh dios mio ¿Es eso una rata?
No Ma'a, es solo una pequeña ardilla
La respuesta de su viejo yo apareció sin más en su cabeza. La sobriedad estaba empezando fastidiarlo más de lo que había hecho alguna vez. Nada más entrar fue en busca del licor, recordaba vagamente haber comprado un Whisky, eso serviría.
- ¿Por que hay tanta basura? - hurgaba entre la pila de papeles raidos que estaban en su diminuta mesa - Allí estas viejo amigo.
Al levantar la botella vió un papel pegado a la base del licor. Amarillento y viejo, era totalmente diferente de los otros envoltorios de comida que llenaban la caravana.
- ¿Una carta?